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"Verás que todo es mentira,verás que nada es amor,que al mundo nada le importa...¡Yira!... ¡Yira!...Aunque te quiebre la vida,aunque te muerda un dolor,no esperes nunca una ayuda,ni una mano, ni un favor" (Enrique Santos Discépolo)

sábado, 23 de junio de 2012

Los reclamos de los trabajadores

En las últimas semanas, nuestro país ha sido testigo de la profundización del conflicto entre la CGT, representada por su secretario general Hugo Moyano, y el Gobierno Nacional. Más allá de las explicaciones que se centran sobre todo en los protagonistas y que sobrevaloran intereses personales y rencillas de espacios de poder, es interesante preguntarse sobre el contexto político y económico en el cual se desarrolla. Esto significa que el siguiente análisis aborda el asunto desde el punto de vista de quien piensa que los sucesos históricos trascienden los protagonistas definiéndose en la puja de diversos intereses colectivos o sectoriales.
Nuestro país viene experimentando un ciclo de crecimiento económico histórico y extraordinario en los últimos 10 años que ha permitido recuperación de niveles de empleo, disminución leve del trabajo no registrado, aumento del consumo interno y un proceso de industrialización acotada. Por otra parte, se han alcanzado niveles altísimos de rentabilidad empresaria, pero manteniendo el mismo perfil productivo-industrial de la década del noventa, con un aumento de la concentración y la extranjerización de nuestra economía.
En estos días, el mundo global está sufriendo una crisis financiera de enormes proporciones que indudablemente impacta en nuestro país. El discurso oficial remarca esta situación ofreciendo como contrapartida las mejoras de nuestra economía en los últimos años. Y es por esta razón que el sector trabajador debe ponerle un coto a los reclamos de aumento salarial. Es en este punto que cabe preguntarse de qué manera fueron distribuidos estos beneficios y si significaron una reconfiguración del reparto del ingreso nacional entre trabajadores y capitalistas. En definitiva, quiénes fueron los que se quedaron con la mayor parte de la torta.
Si realizamos la comparación de la evolución del costo laboral entre el año 1993 y 2010 nos encontramos con algunos datos que pueden ayudar a entender mejor si son justos los reclamos de aumento salarial. En el período 1993-2001, se produjo un descenso en el costo laboral de poco más del 12%. En el 2002, luego de la devaluación, se produce una formidable transferencia del ingreso que provocó una caída del costo salarial del 43,7%. A partir de ese momento, comienza una recuperación sostenida que llega a alcanzar un aumento del 86,5% en el período 2002-2010 (según el sobreestimado costo laboral resultante de aplicar el índice de precios mayoristas del INDEC). Pese a esto en 2010, los costos laborales eran aún un 7,7% inferiores a 1993, siendo en promedio un 28,4% menores en la posconvertibilidad (2003-2010) que el promedio de la década del noventa. En términos de índices, si el costo laboral en 1993 era 100, en 2010 fue de 92,3 según INDEC y de 66,7 según Salarios/IPC 9 Provincias de CIFRA. Por otra parte, la productividad, es decir, el valor producido por cada trabajador, fue un 34,4% mayor que en 1993, debido principalmente al aprovechamiento de las capacidades instaladas ociosas. La diferencia entre la productividad y el costo laboral es el beneficio apropiado por el capitalista.
Es decir, luego de la devaluación, con una caída estrepitosa del costo laboral, la recuperación del salario no llegó a alcanzar los niveles de 1993. Además la productividad aumentó respecto de este año, con lo cual el excedente producido (plusvalía) fue a parar a los bolsillo del capital.
Esto se tradujo en grandes tasas de ganancias en el último período. Mientras que la tasa de ganancia promedio sobre el stock de capital fijo fue del 24,8% durante la convertibilidad, el valor promedio en la posconvertibilidad se ubicó en 37,2%. El aumento de la productividad, entonces, se convirtió en aumento de ganancias para las empresas.
Estos resultados impactan sobre la distribución del ingreso nacional entre el trabajo y el capital. La participación de la masa salarial en el Valor Agregado Bruto fue del 42,8% en 1993, pasando por un mínimo de 35,3% en la convertibilidad hasta llegar al 38,8% en 2001 producto de la recesión y la disminución de las ganancias en las empresas (mayor participación salarial). A partir de allí, se produce una disminución abrupta en 2002 llegando al 31,4% para ir aumentando en forma sostenida hasta llegar al 40,4% en 2009 (aún menor que en 1993). A partir de ese año, la participación de la masa salarial viene disminuyendo, siendo en el 2011 del 37,6%.
De todos estos números se puede llegar a la conclusión de que, si bien el aumento de la actividad económica produjo un aumento en la cantidad de ocupados y en el nivel de vida de la población, la mayor parte de la torta de este crecimiento fue a parar a manos de las empresas. Por lo tanto, los reclamos del sector trabajador son absolutamente justos.
Por otra parte, diversos estudios indican que se mantuvo el perfil productivo de la década del noventa, incluso profundizándolo aumentando la concentración y la extranjerización. La falta de divisas que experimenta nuestro país actualmente es producto de esta falta de reconfiguración.
El grado de concentración en la industria pasó de un promedio del 33,1% en la convertibilidad a un promedio del 40,9% en el período 2003-2009. Esto significa que no sólo hubo una transferencia del ingreso de los trabajadores a las empresas, sino que dentro mismo del sector empresario se experimentó una transferencia de ingresos hacia los sectores más concentrados. Estos sectores fueron beneficiarios de la política de "dólar alto" aprovechando los bajos costos laborales y un escenario internacional expansivo dado que en su mayoría se orientan hacia los mercados externos. Además, la mayoría de estas empresas son de origen extranjero. De esta manera, mientras que el período de la convertibilidad las empresas extranjeras participaban en promedio de un 40,9% de las ventas totales, en la posconvertibilidad pasaron a un promedio de alrededor del 60%, dando como resultado la consolidación estructural de los actores foráneos.
El impacto en la Balanza de Pagos es directo. Durante el primer trimestre de este año el giro al exterior por utilidades y dividendos de las empresas extranjeras fueron de U$S 2047 millones, pudiendo llegar a totalizar, si sigue este ritmo, U$S 8000 millones. Los intereses de la deuda también tienen su parte. En el mismo período se giraron U$S 868 millones.
Todos estos resultados son consecuencia del mantenimiento de ciertas herramientas que aún siguen vigentes del modelo neoliberal implantado durante la Dictadura Militar y profundizado en la década del noventa. Es esencial derogar o modificar la Ley de Inversiones Extranjeras y la Ley de Entidades Financieras para dar impulso al desarrollo de la industria nacional a través de fuertes políticas estatales de incentivo a la producción que han estado ausentes en la última década. La vigencia de los Tratados Bilaterales de Inversión es sumamente cuestionable, lo mismo que la participación de nuestro país en el CIADI. Ni qué hablar del régimen minero vigente o del resto de la producción de hidrocarburos en nuestro país, más allá del paso positivo de expropiación del 51% de YPF.
La eliminación o el aumento del mínimo no imponible, como así también la universalización de las asignaciones familiares y la recomposición salarial de los trabajadores son reclamos justos frente al proceso económico e histórico que estamos viviendo. El Gobierno debería tomar nota de este contexto y mirar en el interior de los números de la economía y no sólo los macroeconómicos. Es por ello que no ayuda en nada mostrar una posición distante frente al conflicto capital-trabajo, sentándose en la misma mesa de las grandes corporaciones extranjeras, como sucedió con Monsanto hace unos días.
Es por ello que frente a esta posición política distante, el sector trabajador debe mostrarse fuerte, unido y decidido a modificar en forma estructural el reparto de la riqueza en nuestro país.

Fuentes:
- Pablo Manzanelli, La tasa de ganancia durante la posconvertibilidad. Un balance preliminar, Apuntes para el Cambio Nro.3, 2012.
- Ana L. Fernández y Mariana L. González, La desigualdad en los ingresos laborales. Su evolución en la posconvertibilidad. , Apuntes para el Cambio Nro.3, 2012.
- Daniel Azpiazu, Martín Schorr y Pablo Manzanelli. Concentración y Extranjerización, Capital Intelectual, 2011.

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